PRESENTACIÓN
NOVELA DE ANA HERRERA
CENTRO
ANDALUZ DE LAS LETRAS (MÁLAGA) 8 DE OCTUBRE DE 2013
La obra que hoy se presenta en este magnífico Centro
Andaluz de las Letras es ciertamente interesante como necesaria, pues supone
más un libro de historia que una novela, y más un recurso memorialístico que un
relato inventado.
De la misma forma incluye aspectos tan absolutamente
necesarios como intrínsecos a la hora de abordar, de nuevo, una historia acerca
de la República, la guerra civil o el primer Franquismo, como la Historia Local
como sobre todo de la Historia Oral.
La autora no solo alterna con acierto en esta obra
realidad y ficción, sino que convierte esta ficción en un verdadero ejercicio
de metodología de cómo afrontar una labor memorialística. Por ello podemos
decir sin riesgo a equivocarnos que ambas parte, real y ficticia, son en su
esencia científicas.
A ambas quisiera referirme, siquiera brevemente.
La obra de Ana Herrera recoge un periodo de tiempo que
transcurre desde la proclamación de la Segunda República hasta el proceso de
instauración y consolidación del Franquismo. Aproximadamente una década a
través de la cual la autora nos sumerge en la historia de un municipio,
Campoblanco, pero que bien podría haber sido cualquier otro del noroeste de la
provincia malagueña… aunque en realidad, bien podría haber sido cualquier otro pueblo
o ciudad de cualquier otro punto en una España derramada por la esperanza y la
convulsión.
¿Por qué entonces Campoblanco?
Se preguntaba la conductora del relato ¿por qué será que
amamos tanto el lugar donde hemos nacido? Y se respondía a sí misma
argumentando que en ella está nuestro origen, nuestra gente… nuestra esencia.
Efectivamente por ello la amamos, y cada uno
escenificamos nuestro amor a nuestra manera, y una de éstas es a través de la
investigación de la Historia Local, porque esta, como la Microhistoria no
supone una mera interpretación a escala de la Historia General; porque no es
solo el reflejo en un espacio geográfico más acotado de aspectos generales,
sino que un conocimiento de aspectos locales puede llevar a un mejor
conocimiento de la Historia General de un proceso.
Ana comienza hablando de esperanza, de la que llegaba de
la mano de la República, y sobre todo para aquellos que vivían sometidos, víctimas de un orden social
que mantenía un status privilegiado adquirido por una parte de la población ya
hacía siglos, y que se consolidaba en comarcas latifundistas como en la que nos
sitúa la autora.
Por ello la llegada de la República, que Ana sitúa como
estallido, en el sentido de la consecución de un cambio drástico y
revolucionario, aunque democrático, supone una mejora en las condiciones de vida
para los obreros, pero también el recrudecimiento de un antagonismo de clase, y
que va a materializarse en un proceso de fuerte conflictividad, de tipo laboral
y social, y fundamentalmente en el campo, entre patronos y jornaleros; a un
enfrentamiento entre derecha e izquierda, entre socialistas y falangistas, entre
remozamiento obrero y fortalecimiento asociativo, y el denominado como consenso
reaccionario, y que no es sino resultado del miedo de una burguesía agraria a
la pérdida de ese status privilegiado. (El profesor Cobo Romero, en su última
obra de 2012, analiza perfectamente este hecho, en el que se encuentra también
el origen de la posterior represión franquista).
Recuerdo hace años la forma en que llegó a mis manos un
diario manuscrito de un vecino de Campillos, Rafael Segura, donde narra de puño
y letra propia, su historia, desde su entrada en las JSU hasta su periplo
carcelario, del que se libraría definitivamente en 1983. Recordaba Rafael la
historia de estos enfrentamientos, como la historia de “El Picaíllo”, el obrero
socialista muerto producto de estos enfrentamientos.
Rafael Segura señalaba que desde esta muerte, el pueblo
ya estaba “moralmente en guerra”, la misma idea que nos transmite Ana en ese
corrimiento de estrellas.
Y efectivamente llegó la guerra, estalló la sublevación,
y nos relata en su obra Ana la secuencia repetida de forma milimétrica en los
pueblos y ciudades de la España partida en dos, como la haya denominado Julián
Casanova en su último trabajo, en que fracasa la sublevación:
-
La violencia desarrollada en la retaguardia
republicana y el miedo de los perseguido.
-
La figura del “venido de fuera” y su relación
con el ejercicio de la violencia. Una figura, un recurso muy utilizado, y
parafraseando la magnífica descripción que del mismo hace la profesora Lucía
Prieto, “como si cada pueblo rechazara que de sí mismo hubiera surgido tanto
horror; responsabilizando del mismo a lo ajeno, a lo que sólo siendo extraño a
la comunidad pudo atentar contra los referentes propios”.
Ana nos ofrece otras estampas comunes a muchos lugares en
guerra:
-
El bombardeo
sublevado como antesala de la ocupación.
-
El inicio de la
llegada de los refugiados de municipios ya ocupados al pueblo.
-
La entrada en el
pueblo de las tropas sublevadas y el inicio de la represión.
-
Y mientras tanto
la huida, la desbandada, que como podemos ver no comienza en Málaga, sino que
se vierte a ésta desde los pueblos de la provincia en peligro, dando aún mayor
empaque al mayor éxodo poblacional generado por un conflicto en Europa en el
siglo XX.
Vemos como la historia se divide
entre los que permanecen en el pueblo, los que huyen a la capital como destino
provisional hacia otros más lejanos, y los que deciden seguir defendiendo la
legalidad y legitimidad republicana a través del empleo de las armas.
Así por ejemplo por
el camino de Campoblanco a Álora transitaban las esperanzas de cientos de sus
vecinos, ansiosos como Andrés de huir en un caballo blanco o poder regresar a
su pueblo, algún día, montados en él.
Las profesoras Barranquero y
Prieto retratan inmejorablemente los aspectos del éxodo poblacional hacia
Málaga como la labor del Comité de Alojamiento que realizará una frenética
actividad en colaboración con los respectivos comités de Refugiados.
Al mismo tiempo, probablemente
Pedro coincidió con muchos antequeranos cuando, tras la ocupación sublevada del
pueblo, marcha a Villanueva de Cauche, donde se encontraba el Cuartel General
del Batallón de Milicias “de Antequera” o “García Prieto”,
liderado por este Alcalde socialista de la ciudad antequerana, y que
controlaría el límite entre las zonas Norte –ya ocupada- y Sur del término
antequerano –protección en este último caso del acceso a Málaga-.
Conocimos también la huida de Jacinta hasta Cataluña, o la
de Rosario para la que, con independencia del desenlace del conflicto, ella ya
había perdido su propia guerra al morir su marido y su hijo.
Conocimos también la suerte de Fernando, que queda a las
puertas de montar en un barco hacia la libertad en Alicante, y que sin embargo
es conducido al campo de Albatera, donde probablemente coincidiera también con
el mencionado Alcalde de Antequera García Prieto, allí recluido, aunque con
suertes desiguales, ya que Fernando logra finalmente salvar la vida.
Supimos también del doble éxito de Manuel, primeramente por
conservar su vida y la de su joven familia, como por formar parte del Ejército
Republicano que impidió que, al menos en 1937, Madrid fuera ocupada por un
ejército sublevado que, junto a su apoyo italiano, quedaba en evidencia después
del éxito de su guerra célere en la
zona malagueña, y como vuelve a ganar Fernando cuando tras regresar al pueblo
es detenido acusado de asesinato pero es liberado posteriormente gracias al aval
del hijo de un guardia civil.
La operación aval,
como la definiera el profesor Santos Juliá y la delación, la acusación y el
señalamiento de la población, son dos aspectos fundamentales dentro del voraz
proceso represivo franquista, con especial inquina en este último caso en que
se presenta a una parte de la población como agente de la represión en el día a
día, como forma incuestionable de mostrar su apoyo al Régimen y entrar a formar
parte de la casta de los vencedores, bien por verdadera afinidad y consenso,
bien a través del miedo y la coerción, en medio de una represión que
despedazaba España como el cerdo a la anciana.
Y en medio de todos estos personajes Doris, cronista y
protagonista, Juez y parte en esta historia, que centra su papel en la
importancia de la Memoria, del Recuerdo frente al Olvido, y frente al Silencio
que este Olvido, involuntario o provocado por el Miedo, genera.
Doris representa de alguna forma la figura y la labor del
historiador, ya que de la misma forma que ella permite un final idílico para
Katia y Nikolai, el historiador pretende también un “mejor final”, en el sentido
de dotar de voz a los sin voz, y recuperar para la Historia a los que sin
ellos, ésta no podría hacerse.
Porque la
Historia pertenece a todos, y desde luego todos contribuyen a ese debate que la
enriquece, la “perfecciona”, y la convierte en un valor de uso
colectivo.
Pero desde luego, dentro de ese “todos”, destacamos a esa
“gente corriente” como la definiera Fraser, esa que “hace la Historia, pero que
no aparece en libros, documentos ni escritos”.
De ellos es fundamentalmente de los que se nutre este
trabajo, y para todos el resultado de sus trabajos, con lo que la recuperación
de sus voces, no es solo un gesto de investigación, o de justicia hacia ellos,
sino también de solidaridad y generosidad de éstos para con la comunidad.
Doris es, como el investigador, la intermediaria
privilegiada en este proceso de construcción de una memoria que es ese caballo
de cartón perdido por Andrés, que en un momento del pasado se extravía, pero
que alberga la esperanza de que alguien, ajeno a su historia, lo encuentre, lo
cuide y lo recupere.
Así Doris da voz y vida a una memoria intacta pero
silenciosa, y su lucha contra el Alzheimer es la lucha de los historiadores,
fundamentalmente los que nos ocupamos de esta etapa: la batalla por la memoria,
por el recuerdo y contra el olvido. Y es también la lucha de las asociaciones,
de los grupos de memoria histórica, de los familiares, la lucha conjunta por la
Verdad, la Reparación y la Justicia.
Gracias a Doris, a Ana, a ambas, damos un paso más, de
nuevo, por el triunfo de la memoria, de la luz del recuerdo que se abre paso
entre tinieblas de olvido.
El título de la novela, para concluir, tiene que ver todo con esta idea, y es
evocador a una tarea fundamental como la memorialística. De la misma forma que
Doris llega al cielo a través de recuperar su memoria dañada, (Doris teme mucho
más al olvido, a la muerte de su recuerdo que a la suya misma) muchos nombres
permanecen condenados en el olvido.
Nombres que deben ser recuperados, si no ya
desgraciadamente a la vida, sí al menos al recuerdo, para evitar, Ana, José
Luis, que así mueran dos veces.
Si se consigue, éstos habrán logrado por fin su sueño de
ganar un cielo en el que vivan para la eternidad.
Enhorabuena Ani es precioso.te deseo lo mejor . Mucha suerte.
ResponderEliminarUn abrazo para toda tu familia.
Así es, Loli. Miguel Ángel Melero ha hecho una crítica excelente del libro. Me ha gustado mucho. Me alegro de que a ti también. Cuando me manden la de la última presentación, aquí en Marbella, la pondré también en el blog y lo comunicaré en Facebook. Un abrazo también para todos vosotros.
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